Heroicidades

Santiago Gil //

La heroicidad suele ser casi siempre anónima. En cientos de lugares de todo el planeta hay gente que salva a otra gente, a veces con un pequeño gesto, y otras veces sin que nadie se entere siquiera de esa pequeña gesta cotidiana que se contrapone a los actos de quienes que se empeñan en romper todo lo que los otros crean, o en destrozar las vidas que los otros salvan. Las fuerzas contrapuestas, lo blanco y lo negro, forman parte del ser humano y de la propia naturaleza.
Luego están los tonos grises, lo que se busca en el término medio, en el acuerdo, en esa evolución de las especies que es el consenso en el que todos ganan y todos pierden para que podamos seguir conviviendo.
Hace unos días, gracias a la inmediatez de los nuevos gadgets tecnológicos, pudimos ver a un inmigrante de Mali jugándose la vida para salvar a un niño que no conocía de nada, trepando al vacío con la adrenalina atávica que no pregunta por banderas o por nacionalidades.
Ese hombre, llamado Mammoudu Gassama, es ahora un héroe gracias a que alguien lo grabó con su móvil, y gracias a ese heroicidad ha dejado de ser un paria sin papeles que vivía en esa Europa opulenta e insolidaria como un desplazado, como alguien condenado a mirar desde lejos la felicidad de otros: el azar y su gesto solidario le han valido para obtener esos papeles que a otros nos vienen dados y no valoramos cuando vemos a quienes se arriesgan en los océanos buscando una nueva vida.
Hace años, cuando comenzaba en el periodismo, nos recomendaban que tuviéramos una cámara de fotos siempre a mano. En aquellos años se nos escapaban los documentos gráficos de muchas noticias. Esa noticia, por ejemplo, no sería la misma sin el apoyo de ese vídeo que ha dado la vuelta al mundo en un par de semanas.
Todos conocemos ahora los detalles de la vida de Gassama, pero lo que deberíamos recordar es que hay otros muchos héroes como él que solo intentan salir adelante y que aún mantienen los valores humanos intactos, sin querer protagonizar ninguna portada, porque la ayuda al prójimo debería estar grabada a fuego en todos los seres humanos. No sucede eso con nuestras sociedades avanzadas ni es lo que se transmite en las escuelas.
Nos quieren competitivos y egoístas, y así solo caminaremos hacia un mundo cada día más parecido al que quieren Putin o Donald Trump. Los héroes nunca serán ellos. Tampoco ayudarán a que los humanos comencemos a entender que cualquier futuro solo se puede plantear desde esas heroicidades cotidianas.
Lo de la cámara fue algo casual. Cada uno de nosotros debería actuar siempre como lo hizo Gassama. Y no hace falta trepar edificios para eso.
A veces solo basta un gesto para cambiar el mundo, un deseo compartido, una heroicidad como todas esas heroicidades anónimas que a lo largo de los siglos fueron allanando el camino de la convivencia y de la tolerancia.

CICLOTIMIAS

Una suma de horas no siempre es una suma de vida.

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