Tony Caballero, sencillamente irreemplazable
Por Antonio Aguiar //
Aquella noche se dirigió a los asistentes como si se tratara de una más de las reuniones espontáneas que tuvo en la misma Plaza Grande a lo largo de toda su vida.
Por eso eligió un banco de la plaza («es de los antiguos, no?»), para contarnos algunas de las muchas vivencias que protagonizó en este lugar emblemático del municipio que ahora será remodelado.
Yo, personalmente, fui partícipe de algunas de esas performances improvisadas por Tony en la Plaza. Recuerdo, en especial, una que él mismo contó en el pregón, en la que escenificamos un entierro.
Los que le conocieron saben que bromeaba con todo, incluida la muerte, a la que no temía pues vivía intensamente, como si no hubiera un mañana. Por eso, donde quiera que esté, seguro que aprueba este recuerdo.
En aquella performance de hace años, los llantos por el difunto (figurado) se escuchaban hasta en San Roque. Nos reímos lo que quisimos y más, aquella noche y muchas otras en las que Tony, sin proponérselo, copaba todo el protagonismo, pero no porque nos lo impusiera, sino porque todos nos rendíamos ante su portentosa creatividad y su gracia natural.
Volviendo al pregón, Tony no defraudó, como pueden comprobar en el vídeo que sigue.
Junto a datos históricos, nos contó cómo vivió las Fiestas de la Virgen de esa manera tan vitalista que le caracterizaba, como si se dirigiera a un grupo pequeño de amigos.
Tanto, que se atrevió a reprendernos durante su exposición en varias ocasiones porque no recordábamos algunos de los episodios que contó. Era de broma, pero pocos como él sabían hacerlas, consiguiendo que los amonestados, después de cierta sonroja, acabasen agradeciendo la reprimenda.
Guía tenía una deuda con Tony Caballero antes de este fatídico miércoles en que nos dejó, y creemos que, al igual que ocurriera con otros personajes, como Paco Rivero o don Luis Cortí, aún está a tiempo de pagarla.