La vida tiene razón
*Santiago Gil //*
No siempre la entendemos, y muchas veces preferimos no hacernos preguntas; pero la vida, esté como esté, es nuestra única pertenencia, lo realmente importante, la que cambia cada segundo la dimensión de lo que vemos, la que jamás engaña aunque nos confundan a veces algunos espejismos, así es y así deberíamos de entenderla, aunque no podamos comprender nada más que lo pasado y lo que tenemos delante de nuestros ojos en este instante: ella palpita en nuestros adentros y se abre paso milagrosamente con el canto de un pájaro mañanero o a través de ese amor que se asoma de vez en cuando cambiando por completo nuestra existencia.
“Créame: la vida tiene razón, en todos los casos.” Esta frase la encontré el otro día releyendo Cartas a un joven poeta de Rilke. Siempre que puedo regreso a los clásicos para no extraviarme y para reencontrarme cuando ando despistado por los derroteros turbulentos del presente. También para buscar nuevos argumentos para ser más feliz y para seguir escribiendo. “Piense usted, querido señor Karpus, en el mundo que lleva en usted mismo, y llame como quiera a ese pensar; bien sea recuerdo de la infancia propia o anhelo del propio porvenir, pero esté atento ante lo que surja en usted, y póngalo por encima de todo lo que observe en torno.” Como su paisano Kafka, Rilke apelaba a la materia propia de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestros sentimientos para seguir creando. Si respiramos y recordamos, nunca nos faltarán temas o frases nuevas, también si anhelamos y si seguimos buscando disciplinadamente donde, a veces, parece que no queda nada.
Siempre hay algo nuevo en todas partes, en todas las personas y en cada paisaje que miremos. Nada se repite nunca por más que los días tengan los mismos nombres y que nos parezca que no hacemos más que copiar rutinas o pasos programados. Estos días inciertos no dejan de ser menos parecidos a cualquiera de los otros días que habíamos vivido antes: si acaso varía el temblor metafórico que está sufriendo el planeta con la Covid-19, la incertidumbre, el miedo, la gran crisis que ya se atisba y que reconocemos en todo lo que nos rodea, la crisis económica y la de un modelo que se ha venido abajo por culpa de un virus que no vemos y que ataca como esas polillas que derriban grandes edificios que se construyeron pensando en que iban a quedar para siempre plantados en las grandes avenidas. La vida es sabia, aunque no la comprendamos, más sabia que nosotros porque estaba antes, y porque seguirá estando cuando no quede resto alguno, ni siquiera un fósil enterrado en el desierto, que cuente quiénes éramos ni para qué diablos respirábamos. Ese trabajo es solo de cada uno de nosotros y del presente que vivimos en cada momento. Cada cual debe escribir a partir de ahora su próximo argumento. Así ha sido siempre, pero puede que ahora, por fin, nos estemos dando cuenta.