Vivencias de nuestra gente n° 72: desafío de tiro en las fiestas de San Juan

*Autor: José Juan Jorge Vega*
Roberto Santiago y yo nos conocemos desde niños, aunque creo que yo le pasó algún año. Estudiamos ambos el bachiller en el Colegio Santa María de Guía, y él lo acabó en el Instituto Laboral de nuestra ciudad. Desde hace muchos años creó una empresa en el muelle de La Luz, dedicada a la pintura de barcos y la reforma de contenedores, que al parecer le va muy bien. Yo le deseo la mejor de las suertes.
No conozco a nadie que disfrute tanto gastando una broma o haciendo una perrería como Roberto. No le he pedido permiso para contar esta anécdota, pero estoy seguro de que no le importará, pues ni le ofendo ni le faltó al respeto con ella. Seguro que si la leyera se sonreiría al recordarla.
En los años de nuestra juventud, en prácticamente todos los pueblos se celebraban las fiestas de algunos de sus barrios, y ese día era fiesta en todo el municipio. En Guía se celebraba el día de San Pedro en la Atalaya, algo más tarde el de San Pablo en Becerril y el de San Juan en el barrio de San Juan. En este último barrio ocurrió la vivencia que quiero contarles.
Estábamos Roberto, yo y dos o tres amigos más tomándonos algo en el bar de Juanito El Chaparra, en San Juan, cuando se nos ocurrió irnos a una caseta de tiros de feria, que estaba justo al lado, por distraernos un rato. Estábamos tirando a las bolas cuando un señor algo mayor, con media chispa, que estaba observándonos como tirábamos, se dirige a Roberto, que estaba justo a su lado, y lo desafía a ver quién tiraba más bolas en diez tiros. La apuesta consistía en pagar una ronda para todo el grupo en casa de El Chaparra. Roberto acepta de inmediato y le pide dos escopetas al dueño de la «caseta» y diez balines para cada uno.
Se ponen de acuerdo a ver quién empieza y le toca a Roberto. Carga la escopeta, tira y !pam! bola al suelo. Le toca el turno al «pureta» pero con la media chispa que tenía no acertaba a meter el balín, así que Roberto se ofrece para cargarle la escopeta y este acepta agradecido. Apunta, tira y no da a la bola. De nuevo le toca a Roberto que falla. Se sonríe el «pureta». Roberto le vuelve a carga la escopeta, apunta tira y falla de nuevo. Extrañado pide que le cambien el arma. La cosa mejora algo pero con más fallos que aciertos. No se lo podía creer. Se lamentaba el hombre: «!Pero coño si esta mañana las tiraba to’as!”. Y así con aciertos y fallos acaba el desafío. El resultado final fue de 8 a 4 a favor de Roberto. Nosotros nos mirábamos unos a otros sin poder aguantar la risa, pues lo que pasaba era que Roberto le cargaba la escopeta pero la mayor parte de las veces no le ponía balín. Él no lo notaba ya que el ruido que hace al disparar es igual, pues lo produce el aire a presión al salir. Nos fuimos todos al bar y el «pureta» a pagar con una cara de amargura que daba lástima. Teníamos que hacer verdaderos esfuerzos para no reírnos delante de él, pues al final nos daba cierta pena.
Sin embargo a Roberto, mientras se tomaba una coca cola, no se le borraba de la cara una sonrisa de satisfacción que lo decía todo. Estaba disfrutando de su perrería.
Pero el pobre hombre seguía sin encontrarle explicación a su mala suerte. Ignoraba que su mala suerte había sido tropezar con Roberto Santiago.

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