Anelio
Santiago Gil //
Hay libros que uno espera mucho tiempo antes de que sean escritos. Cuando los lees parece que ya lo habías soñado o que eran los que realmente querías leer algún día para que la vida fuera más larga, y también para que no se olvidaran personas que terminan siendo personajes, como sucede en la familia del escritor palmero Anelio Rodríguez Concepción.
Hacía tiempo que no subrayaba tanto un libro con destellos inesperados, construcciones gramaticales sorprendentes y anécdotas y cuentos (como uno recuerda los cuentos que me contaban mis abuelas) que acontecieron alguna vez en la existencia de alguien que desde niño lleva deteniendo el tiempo escuchando, memorizando, y casi diría que protagonizando, las vivencias de todos sus familiares, hombres y mujeres con esa saudade y esa sabiduría de los palmeros que te seduce desde que comienzan a contar sus vidas como si fueran cuentos.
Como dice Anelio de Juan, el biznieto de Manolo Chimín, La Historia ilustrada del mundo (Editorial Pre-Textos) es un «prodigio de memoria pertinaz que se hace carne y hueso contra la usura de la muerte», y se vuelve carnal desde la seducción y el juego de las palabras.
Uno se sienta a leer este libro, ilustrado con las fotos de los protagonistas, y recorre una estela que hubiera quedado en el olvido si el escritor no la narra con la maestría, la paciencia y el oficio de quien ha leído y ha escuchado a conciencia durante años.
No hay personaje de este libro del que uno no se enamore, pero yo reconozco que leí tres veces la historia del tío Quico, quizá por su búsqueda de la belleza o por no haber envejecido en sus setenta y seis años de vida. Y el tío Quico, siendo como es uno de los pintores más destacados de las islas, en el libro no tiene apellidos ni medallas.
Las personas que cuenta Anelio, su familia y allegados, se presentan desde los detalles cotidianos y desde la desnudez del alma, y en el camino solo aparecen olores, transistores que suenan de fondo, el sonido de la cuchilla que corta las hojas de tabaco, los emigrantes que se adentran en el océano, y los días y las noches que tantas veces dejamos pasar de largo sin detenernos ante lo único que realmente importa, que no es más que “la vida, Manola, la vida”, como repite Lola cuando todo se vuelve inexplicable.
Y no es fácil contar lo que siempre escuchamos con un bisbiseo de palabras, todas aquella historias que se iban entrelazando en las tardes de infancia, porque cuando se lee es cuando realmente se aposenta en el fondo de la memoria y del alma lo que dicen esas palabras. Con la lectura de libros como el de Anelio se atraviesan esos pasadizos que nos llevan a seguir buscando argumentos para poder vivir más allá del espejo. Mañana es el Día del Libro. Adéntrese en ellos para que todo siga pareciendo un sueño.
CICLOTIMIAS
La palabra es como una cortina que a veces nos deja ver lo que sucede dentro del alma