Vivencias de nuestra gente n° 49: El Ingenio de unos golfillos en Agaete

*Por José Juan Jorge Vega //*
Esta anécdota ocurrió en Agaete allá por los años cincuenta del pasado siglo, y me la contó un antiguo compañero de trabajo que era natural de ese hermoso pueblo.
Me contaba que cuando era muy joven, de unos 16 ó 17 años, él y dos amigos de la misma edad solían ir al casino del pueblo, a eso del mediodía a echar una partida a las cartas y a tomarse un par de copitas de ron con anís, o de ron con miel y a veces de vino «aboca’o». Ninguno de los tres trabajaba aún por lo que muchas de las veces se veían obligados a recurrir a Panchillo para seguir con la costumbre del aperitivo.
Lo peculiar de la anécdota era como abordaban a Panchillo.
Panchillo era un joven algo mayor que ellos y algo retrasado; vamos, medio totorota como diría nuestro Pepe Monagas. Pero sin embargo en las perras no había quien lo engañara. Se pasaba casi todo el día vendiendo boletos de unas rifas que su propia madre organizaba.
En aquella época era bastante usual en los pueblos ese tipo de rifas de un juego de calderos; de una plancha de carbón o de cualquier otro utensilio que fuera atractivo para las mujeres, que eran su clientela en potencia. Era, en definitiva, un medio de ganar alguna peseta.
Los tres amigos conocían a Panchillo de toda la vida y naturalmente conocían su actividad. También sabían dónde se encontraba y cuando era la hora que más perras tenía en el bolsillo, que era la del mediodía y que coincidía con la hora del aperitivo de estos tres golfillos. Así que a la hora convenida se disponen a levantarle unas cuantas pesetas que fueran suficientes para echarse un par de piscos cada uno. Nunca le quitaban todo el dinero, pues ellos pretendían que la madre de Panchillo no detectara los pequeños robos, porque entonces podían tener serios problemas con ella.
Ellos ya tenían la táctica muy desarrollada y bien estudiada, y cada uno tenía una función específica. Así que nada más llegar junto a Panchillo lo saludaban; uno se ponía frente a él a darle conversación hablándole de lo que a él más le gustaba, que era el fútbol y concretamente del C. D. Agaete que tenía un buen equipo entonces. Otro se ponía a su izquierda y le metía la mano en el bolsillo del pantalón y le cogía «la chivichanga», y cuando Panchillo estaba más relajado y se quedaba mirando para el cielo con los ojos en blanco, el tercero que ya se había colocado a su derecha le metía la mano en el bolsillo donde tenía las perras. Sacaba la mano llena de monedas y apartaba las que iban a necesitar para los piscos y devolvía el resto al mismo bolsillo. Y ahí acababa la operación al tiempo que le preguntaban: *»Te gusto Panchillo «*. A lo que él siempre contestaba:*»Oh yaaaaa, ni que fuera bobo».*
Y así transcurría un día más de estos tres gamberrilos que en el fondo tenían buenos sentimientos. Estaba ahora pensando que mi compañero nunca me dijo cuál era su función en la operación……???.
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