Mi pequeño homenaje a Sergio Correa

VIVENCIAS DE NUESTRA GENTE NÚMERO 17

por José Juan Jorge Vega

La vivencia de esta semana no es nada simpática ni graciosa, es triste, pues se trata de la despedida de un amigo. Pero también tiene cosas positivas que nos pueden servir de lección. Les ruego que me disculpen.

Conocí a Sergio Correa a finales del año 1.999 cuando ingresé en La Orden del Cachorro Canario. El fue fundador unos cuantos años antes. Enseguida simpatizamos pues a él le gustaba mi forma de tocar el Timple, mi rasgueo, y a mi me gustaba su voz, sobre todo sus folias. Me motivaba a tocar dando lo mejor de mi cuando las cantaba. Formamos muchas parranditas con el acompañamiento de la guitarra de algún amigo él acompañando también con la tambora pues era un gran percusionista. Me acuerdo de una parranda en Agaete por las fiestas de Las Nieves con él y Pepe Cabrera, que fue memorable.

Era un hombre comprometido con nuestro folclore y eso era para mi suficiente para simpatizar con él pues coincidíamos plenamente, ya que él al igual que yo admirábamos el folclore puro. Yo acostumbro a decir cuando oigo a alguien cantar haciendo gorgoritos o prolongando demasiado la voz en una isa o incluso en las folias que «no reinventen el folclore» que lo echan a perder. Que el folclore no tiene que evolucionar, sino mantenerlo en las mismas condiciones para poder transmitirlo puro a las siguientes generaciones. A veces me molesta tanto cuando veo en TV algún programa con esas innovaciones, que apago el televisor o cambio de canal.

Cuando más intimidamos y cuando más creció nuestra amistad fue cuando nos contrataron, previas pruebas de selección, para interpretar y grabar la obra de Pancho Guerra que se iba a titular «Los Famosos Cuentos de Pepe Monagas». Quien nos contrato fue una productora de Madrid que se llamaba «Bentura Digital», (no esta mal escrito es con B)  , y el director se llamaba Carlos García. Querían hacer trece capítulos para venderlos a alguna cadena de la televisión.

Estuvimos ensayando el primer capitulo un par de veces por semana  algo más de un mes, pues aparte de nosotros habían siete u ocho actores más. Sergio hacía el papel de «don Pedro el Batatoso» que le iba como anillo al dedo pues su papel era muy gracioso a base de contar historias y mentiras en las tertulias diarias que se celebraban en la carpintería del maestro Quintana. A mi me asignaron el papel de don «Gregorio el Médico», que también como hombre importante del barrio asistía a esas tertulias junto con Pepe Monagas; un Cura; otro que hacia el papel de «zoquete»; otro que hacía de Juez, algunas mujeres y algunos mas. Sergio y yo nos hacíamos gestos y comentarios de complicidad, fuera del guión, que al Director le gustaban. Después del papel de Pepe Monagas, que lo interpretaba Miguel Ángel Cubas, conocido mío de Gáldar, los nuestros eran los siguientes en importancia según nos manifestó el propio Director y también nos llegó a decir que los tres éramos los mejores pues teníamos muchos «registros»; Yo entonces no sabia ni que significaba eso. También a destacar que interveníamos en casi todos los capítulos.

A todos nos contrató una productora de Madrid que como dije se llama o se llamaba Bentura Digital, pues al parecer era una filial de una gran productora de Madrid que se creó exclusivamente para esta obra. Lo mas probable es que ya no exista. Tan en serio iba todo que incluso se hicieron contratos formales que firmamos las dos partes y quedaron en avisarnos si se solucionaban los problemas con los herederos pues parece ser que la obra se vendía bien y ya habían varias ofertas pues según nos dijo Carlos, el director, la obra y el proyecto gustó mucho a las televisiones. Cada capítulo iba a durar en torno a la media hora. Vamos que, repito, era una cosa seria. Grabamos el primer capítulo en una carpintería clásica en el barrio de Vegueta, en un día maratoniano pues estuvimos desde por la mañana, a eso de las diez, y acabamos de madrugada. Esta grabación era la que se iba a mostrar a las televisiones, por lo que tenia que salir perfecta, de ahí que tardáramos tanto, pues hubo que repetir muchas escenas. Según nos dijo el director la más interesada que estaba en contratar era Antena-3 TV.

La guionista era la escritora doña Dolores de la Torre que fue en su juventud íntima amiga de Pancho Guerra y mantenía un alto grado de amistad con los herederos. De ahí que La Productora contará con ella para los permisos correspondientes de dichos herederos. Era y espero que siga siéndolo una mujer muy simpática, de mucha personalidad y con un gran sentido del humor como no podía ser de otra manera. Recuerdo con cariño que alguna vez me decía al inicio de los ensayos, que no se perdía uno: «Don Gregorio hoy no me siento muy bien me quiere reconocer». Y yo también muy serio le contestaba: «vamos a ver doña Dolores, enséñeme la lengua». Ella seguía con la broma: «y nada más que eso tengo que enseñarle doctor?». Y yo cerraba el diálogo  diciéndole, sin apenas poder aguantar la risa: «las señoras mayores de 50 años solo tienen que enseñarme la lengua». Y entonces nos partíamos de risa todos los que estábamos allí. Lo pasábamos muy bien.

Aunque nos dijeron que nos pagarían si se vendía la obra, yo la hubiera hecho de gratis. Al final todo se vino abajo pues los herederos se echaron para atrás e ignoro el verdadero motivo por el que no la autorizaron. Pero supongo que estaría relacionado con lo de siempre: el dinero.

Pues entre otras cosas buenas de esa magnifica experiencia fue conocernos mejor Sergio y yo, hasta el punto de que cuando fue el Delegado responsable de la música en la Orden del Cachorro Canario quiso que yo formará y dirigiera la parranda, que por aquel entonces estaba muy mal, pues la gente de calidad se habían ido.

Sergio Correa era muy conocido en todas partes pues era colaborador del programa de musica folklórica y sudamericana de televisión «La Bodega de Julián», en donde en todos los programas contaba algún chistes, pues era muy bueno en esa faceta.

Sergio falleció a finales del año 2012. Poco antes de morir quiso ir a la casa de La Orden del Cachorro Canario para despedirse de todos. Tenía una entereza muy grande y desde luego ya estaba preparado para irse. Yo esos días me encontraba con una bronquitis muy fuerte que no paraba de toser y no pude asistir, pero me contó un amigo y compañero de La Orden como transcurrió  todo paso a paso.

Sergio llegó junto con su esposa Margot en una ambulancia medicalizada que esperó en la puerta de La Orden hasta que terminó el acto, pues el ya estaba muy grave. Después de saludar y agradecer a todos su asistencia, el local de actos estaba a rebosar, dijo que se despedía de todos, que él ya estaba preparado para partir y que le perdonaran si había hecho daño u ofendido a alguien en algún momento de su vida. A estas alturas estaban todos con las lágrimas en los ojos, menos él. !Que entereza y valor tenía ese hombre!.

Me decía mi amigo que ya se le notaba muy cansado, pues tenía una insuficiencia respiratoria muy grave, que se agravaba por el hecho que desde hacía años solo tenía un pulmón. Entonces anunció que quería despedirse  contando  un  chiste,  para, decía, no  perder  la  costumbre, el cual paso a reproducir tal como me lo contaron que es tal como él lo contó: «Dice, estaba yo en mi dormitorio acostado y bien abrigado porque hacia mucho frío, cuando me llega un olor de la cocina que era irresistible, provocador. Como Dios me dio a entender pude llegar a la cocina y vi que Margot, mi mujer, estaba friendo unos bollitos que por su olor tendrían que estar deliciosos y sin que me viera extendí el brazo para coger uno de la bandeja donde ella los iba poniendo después de freír y en ese justo momento en que iba a coger uno mi mujer me vio y me dio un golpe en la mano, al tiempo que me decía: «Deja eso ahí que son para el sepelio».

A ver quien coño era capaz de reírse o de simplemente sonreír. Todos lloraban como magdalenas menos él. Y yo también llore mientras mi amigo me lo contaba. Su mujer se quedo con la boca abierta llorando, pues también a ella le sorprendió.

A la semana siguiente falleció y tampoco pude asistir a su funeral y posterior crematorio por la dichosa bronquitis que me duró quince días. Me quedó mucha pena no poder acompañarle en su último momento. Que Dios lo tenga en su gloria.

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