La mirada del otro

Santiago Gil //
Cuando caminamos, nuestra sombra dibuja siluetas en la calle. Nosotros subimos y bajamos a las aceras, nos detenemos en los semáforos, a veces miramos hacia un árbol que de repente se queda desnudo de hojas o transitamos de forma autómata las rutas que llevamos recorriendo desde hace muchos años. Son pocos los días en que reconocemos una flor nueva en el parterre de la plaza o que un edificio cambia de color según esa posición del sol que hace que todo brille de forma diferente cada mañana.
La vida es gente que pasa. Y nosotros formamos parte de ese tránsito de cuerpos y de sombras que buscan algún sentido yendo y viniendo por las calles.
Si te sientas en una terraza verás que ese espectáculo del paso de la gente es mucho más apasionante que cualquiera de esos programas de la tele que hacen pasar como realidades supuestamente virtuales. Hay gestos, movimientos de brazos o escorzos que parecen formar parte de una gran coreografía improvisada.
Hay parejas de enamorados, hombres solitarios, turistas despistados y gente que no sabe hacia dónde va. Hay toda clase de sombras que luego se confunden y siguen haciendo su vida después de que nosotros nos alejamos. De esa gente que pasa, en este caso por las calles de Guía o de Vegueta, se ha ocupado la mirada de Eugenio Aguiar, y con esa mirada ha dibujado imágenes en tinta china que están expuestas en el Gabinete Literario hasta el próximo 1 de febrero.
Eugenio es doctor en Derecho, pero no concibe su vida sin la pintura y sin estar pendiente de esos efímeros pasos de quienes andamos por el mundo como si fuésemos pequeñas láminas en movimiento, también dibujadas con tinta china, porque solo con esa tinta tan sutil se llega a dibujar la sombra que queda cuando pasamos de largo.
En todas esas imágenes hay mucha búsqueda, muchos esbozos previos, mucho aprendizaje y muchas visitas a museos para aprender de los genios de la pintura que ya miraron antes ese paso del ser humano por los campos y por las calles.
Quien pinta sabe que lo que aparece en un cuadro no es más que otra sombra que nos sirve para seguir buscando mucho más allá de nuestra propia mirada. También sabemos que muchas veces nos es más fácil reconocernos en la ficción de una novela o en los ojos de un retratado desconocido que ante nuestro propio espejo.
Eugenio Aguiar, como otros grandes retratistas, no solo capta el movimiento o el gesto que define al retratado o al paisaje.
Hay mucho más, está la sombra que deja entrever siempre la tinta y luego está el alma, que es al final lo que nos detiene delante de cualquier obra de arte. Da lo mismo que todos tengamos cámaras para retratarnos a todas horas. Si no hay intención de buscar algo más, todos esos retratos se convierten en papeles mojados o en imágenes que no nos transmiten nada. Falta la mirada del otro para reconocernos y para eternizarnos.
CICLOTIMIAS
El agua se aquieta en lo profundo.

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