Pepe Mejías, D. E. P.

Por Braulio García Bautista //

Alguien me llamó desde el balcón de una de las casas que se asoman a la «Calle Larga», la del Capitán Quesada. Era Pepe, un muchacho algo mayor que yo de edad, pero con cara de niño, a pesar del incipiente bigotito que cabalgaba, inseguro, su labio superior. Yo lo conocía de lejos, de haberlo visto cantar con la orquesta de su padre, la popular «Orquesta Mejías». La década de los cincuenta agonizaba…
– Oye… chacho… el de la guitarra… ¿por qué no subes y tocamos un rato juntos?… Se entra por el callejón…

Fue la primera vez que alguien sumaba las notas de un piano a las de mi baqueteada guitarra y me sonó a gloria. Nos costó algo de trabajo ajustar mi afinación a la de aquel viejo piano de pared, pero al final se impuso el oído de ambos.

En algún momento la madre de Pepe, una señora bajita y risueña, nos trajo una mediada botella de Ron Carta Blanca y unos manises… y allí empezó todo.

Con Paco Martinez (leonés, guitarra melódica) y Paco Santana (a la batería) formamos un grupo que tuvo un inestable recorrido, pero que no sonaba nada mal.

Después yo volé solo y cada cual canalizó su amor por la música según Dios le dio a entender, al tiempo que ejercían sus profesiones.

Hasta que anoche, a las nueve y media,  me llamó Antonio Aguiar- «Antonio el de Ofelia»- p0ara decirme, con la voz cargada de sentimiento:

– Braulio, tengo muy malas noticias… me acaba de llamar Luz Marina para decirme que Pepe ha muerto…
– ¿Quéeee?
………….

– Pepe ha sido una pieza imprescindible en nuestras «tocatas», o reuniones etílico- musicales, desde siempre y va a ser prácticamente imposible sustituirlo.

Maestro de profesión y vocación- casado también con una maestra- metódico jugador de ajedrez, pianista y cantante, un tipo con mucho carácter, amante de la buena mesa regada por un buen vino… y fiel seguidor del Athletic de Bilbao (?).

Han pasado ya unas horas y todavía no me hago a la idea… siento como que  aún no había llegado el momento de su partida… como que la muerte se anticipó sin motivo, tal vez sólo para robarnos al pianista y al amigo.

Descansa en Paz, Pepe… Descansa en Paz.

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