Vivencias de nuestra gente n° 46: una partida de envite en casa de mi abuelo.

*Autor: José Juan Jorge Vega //*
Cuando yo era un niño recuerdo que algunos domingos por la tarde se celebraba alguna partida de envite en el patio de la casa de mis abuelos maternos en Becerril de Guía. En el patio había muchas plantas que le daban al lugar una belleza natural. También recuerdo que había una pila de agua con su culantrillo y el bernegal, que al irse destilando el agua gota a gota salía cristalina y fresca.
Ahora puede resultar extraño esas reuniones, pero en aquella época era normal pues era costumbre que las familias y amigos se visitaran con cierta frecuencia, por lo que eran muy frecuentes estos juegos de cartas entre los hombres, mientras que las mujeres merendaban y hablaban de sus cosas.
Debo explicar por si alguien no lo sabe, que el envite es un juego autóctono y que por tanto solo se juega en Canarias. Se juega con la baraja española y consta de dos equipos de tres, cuatro o incluso cinco jugadores por bando. Pero al decir de la mayoría de los aficionados la partida más interesante es la de cuatro componentes por equipo. Y así debe ser porque en todos los campeonatos que se celebran en clubs y casinos se exige que los equipos lo formen cuatro jugadores.
Una cuestión muy importante es que se trata de un juego en el que nunca se apuesta dinero. Generalmente se apuestan las bebidas que se consuman durante la partida, o un número concreta de ellas, y el equipo que pierda es el que las paga.
En casa de mi abuelo la apuesta era muy distinta, pues consistía en que el equipo que ganaba se tomaban dos o tres copas de ron cada uno de los componentes y el que perdía se bebían otras dos o tres copas, pero de agua. Era una apuesta muy singular y les puedo asegurar que se llevaba a rajatabla y además el equipo perdedor tenía que soportar las bromas de los ganadores. De verdad, eran muy reñidas pues nadie quería perder.
Era también habitual que mi abuelo me mandara a la tienda a comprar una botella de ron, que solía pagar él, pues generalmente yo era el nieto de más edad que había en la casa en ese momento. En esta ocasión mi tía Mercedes desde que llegué de la tienda cogió la botella de ron, (mi abuelo siempre utilizaba la misma: una de anís el mono), y la vació en otra y llenó ésta de agua. Me dice a mí que no dijera nada y se pone a pelar unas papas y unos dientes de ajo para freírlas cuando su padre se lo dijera, para que les sirvieran de enyesque.
El equipo de mi abuelo casi siempre era el mismo y estaba formado por él, que era el mandador, mi padre, mi tío Felipe y mi tío Martín. El equipo contrario eran unos amigos y vecinos del barrio, Antonio Benítez, Antonio Gil, maestro Felipe y maestro Ramón, que también acostumbraban a jugar juntos en muchas ocasiones. La partida se estaba prolongando demasiado y ya llevaban cerca de dos horas cuando el equipo de los amigos empatan a un chico.
Algunas de las mujeres ya querían marcharse para preparar la cena porque ya estaba empezando a oscurecer. Así que acuerdan dejarlo en empate y mi abuelo le dice a su hija que vaya friendo unas papas para echarse un par de piscos de ron cada uno.
Al cabo de un rato mi tía les lleva un plato con las papas fritas junto con la botella de «ron» y un vaso, y se los pone en la mesa delante de su padre. Mi abuelo sirve la copita de ron por la raya como era costumbre y se la da a Antonio Benítez que era el de más edad. Se la toma de un trago sin pegar la copa a los labios como era habitual y a continuación hace el ruido característico al bajar el ron ardiendo por el gaznate: Aaaahhhhh al tiempo que le dice a mi abuelo: Caramba José Leona este ron está superior. Le sirve otra copa a Antonio Gil, que hace lo mismo y así uno tras otro sin que ninguno descubriera que bebían agua, hasta que al final, como anfitrión, mi abuelo se pone su ron y desde que se lo traga empiezan todos a partirse de risa, incluso las mujeres y mi abuela que se habían enterado de la broma de mi tía. Hay que ver cómo lo disimularon desde el primero hasta el último para que todos cayeran en el engaño. Luego mi tía saco el verdadero ron y se tomaron unas copitas con verdadero jolgorio.
Mí tía disfrutaba gastando bromas.

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