Los largos viajes

Santiago Gil  //

A veces la tarde no es más que un aleteo de palomas que giran en el cielo y que parece que no hacen más que trazar círculos eternos que no llevan a ninguna parte. Las tardes de domingo, cuando son liberadas de los palomares de San Juan o San José, solo varían el contorno de sus vuelos si escuchan el tañido de las campanas de Santo Domingo o de la Catedral. Si miras al suelo, ese aleteo también se convierte en una sombra que dibuja una efímera estela entre los adoquines y la acera.

Casi siempre vuelan sin más atención que el palomero que las sigue desde su azotea. Tampoco miramos hacia esas gaviotas que sobrevuelan la ciudad justo antes de anochecer, ni las escuchamos cuando sus graznidos lejanos anticipan la lluvia que ya presienten en el horizonte. Estamos rodeados de vidas que no vemos, de pequeños detalles que pasan de largo ante nuestras miradas. El océano, por ejemplo, siempre está ahí, moviéndose en las madrugadas como un animal insomne que no deja de agitar sus aguas.

Pero hay escritores que caminan escuchando más allá de lo que tienen delante, que recrean argumentos que luego confundimos con sueños y que  logran rehacer lo que a veces quiebra el tiempo. Uno de esos escritores es el majorero Marcos Hormiga. Marcos es profesor y poeta, habla quedamente, y se va fijando en cada uno de esos gestos que los demás no vemos, en ese pequeño detalle que luego se traslada a sus textos y revive entre argumentos o entre personajes casi carnales.

Hay un paso más allá  en cada una de sus frases, una especie de puntos suspensivos que no tienen por qué ser escritos: la punta del iceberg de la que hablaba Hemingway, el continente debajo del pequeño trozo de hielo que es a veces una palabra. Marcos Hormiga se presenta estos días con su primera novela, Dentro de la piedra, y con un libro de pequeñas narraciones que uno no puede dejar de releer. Este segundo libro se titula MicroRretratos, y ambos están editados por Mercurio.

La novela se mueve entre lo fantástico y lo atávico, y nos invita a un lejano viaje en el que encontraremos una historia bien narrada en la que nos podemos confundir con los protagonistas, o aventurarnos con ellos mirando hacia nuestros adentros. Marcos Hormiga es, además, un gran verseador, y eso se nota en su manejo del lenguaje y de los ritmos de la narración. Pero sobre todo es alguien que no pierde detalle de lo que tiene alrededor. Si mirara al cielo en una de estas tardes de domingo sería capaz de ver hasta el color del plumaje de cada una de esas palomas mensajeras que entrenan para luego poder volar lejos de la isla. Ese también es el sino de un escritor: escribir a diario para dejar libros que vuelen lejos, o que marquen el camino de regreso cuando nos extraviemos o perdamos nuestro propio norte en la comedia diaria.

 

CICLOTIMIAS.- Más allá de la razón solo están los espejismos de las fórmulas matemáticas.

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