Para Chiqui

Santiago Gil //

Siempre repetía que no creía en la página en blanco. Llevo más de veinte años publicando columnas de opinión en los periódicos y siempre había un tema, un suceso, un libro o un recuerdo sobre el que escribir. Pero estos dos últimos meses he tenido que desmontar un axioma creativo que creía irrrefutable.
A veces no se puede escribir, no hay palabras, ni temas, ni personajes nuevos. Llega el silencio y tienes que escucharlo. Si acaso puedes leer, pero no como antes, y cuando comienzas de nuevo has de ir poco a poco, casi tanteando después de cada renglón y más allá de todos los puntos y aparte.
Unos días antes de que cambiara mi vida, envié a Victoriano Suárez y a Yeya Aranda la columna que tenía que haber salido el pasado 9 de marzo, pero ese día las noticias de Cultura fueron otras, las más terribles y tristes que yo podía leer en un periódico.
Esa columna, como todas las que escribía, se la había pasado antes a Chiqui Castellano Suárez para que la corrigiera y me aportara sus sugerencias. Siempre encontraba algo que aportar, o alguna recomendación que enriquecía el artículo. Este texto que escribo ahora ya no lo podrá leer ella previamente.
Yo también leí su última columna unas horas antes de su muerte. Se titulaba Serendipia (qué cosas la vida y las palabras) y pensé que no había tenido tiempo de enviarla al periódico.
Pero la había enviado y salió en Canarias 7 justo después de su muerte, como un mensaje de esperanza, como una de esas serendipias que nos ayudan a entender que todo tiene algún sentido, incluso lo que creemos que quebrará para siempre nuestra existencia.
Victoriano Suárez Álamo me preguntó hace unos días si retomaba la columna, y lo que hice fue enviarle aquella columna sobre un libro de Santiago Casero que le había gustado tanto a Chiqui y que había quedado varada entre esos puentes, como los que cruzamos juntos, que luego destroza la muerte alejando orillas que estaban hermanadas en el espacio y en el tiempo.
Esta sí es la primera columna que escribo después de que no está físicamente. Sé que la está leyendo. Si no fuera así no escribiría una sola palabra más.
A veces me cuento en mis artículos, pero creo que nunca había mirado tan adentro, ni había contado lo que acontece en mi alma y en mis entrañas. Estas palabras son para ella. Todo el amor que vivimos, el amor más bello que pueda concebirse, solo puedo convertirlo en belleza.
Este regreso se asemeja a la llegada a una casa que dejamos hace un tiempo, una casa cerrada que recorremos con ojos nuevos.
Las letras siguen siendo las mismas, pero uno las mira como si las viera por vez primera, con esa emoción que solo puede concebirse cuando la única intención es buscar la alquimia que vuelva milagrosa cada una de las palabras. Va por ti, amor, cada letra y cada renglón que escriba a partir de este momento.

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