Vivencias de nuestra gente n° 75: historias en el rodaje de películas

*Por José Juan Jorge Vega //*
Esta anécdota es una de las pocas que cuento y que no se han producido en Canarias. Eso sí, la he vivido yo en un reciente viaje a la península y he querido contarla por el valor cinematográfico que pueda tener por una parte y por otra por lo gracioso y poco conocido, o al menos a mí me lo parece.
El pasado mes de octubre me fui de viaje durante diez días a un pueblo de la costa almeriense llamado Mojácar. Es un pueblo muy bonito de algo más de seis mil habitantes y unos 72 km2. Lo curioso es que está dividido en dos partes, una zona que es la turística situada junto a la playa y la otra, donde está su ayuntamiento, en la falda de Sierra Cabrera. Hay un servicio de autobuses, (allí no hay guaguas), que las comunica frecuentemente.
Pues bien, hice varias excursiones que fueron adornadas por guías turísticas perfectamente documentadas del lugar a visitar. Sin duda la más que me gustó fue la que hice al desierto de Tabernas. Éste es un desierto atípico, pues no es de arena sino que es un terreno semi-árido con una extensión de 280 km2. La densidad de lluvia anual apenas sobrepasa los 200 ml/m2. pues al estar situado entre dos sierras queda protegido de las corrientes húmedas del cercano mar Mediterráneo.
Dentro del propio desierto hay varios poblados construidos para rodar películas del wéstern americano. El que visitamos es el mayor de todos, y disfrutamos de unas escenas de wéstern en vivo que nos gustó mucho.
Aparte del poblado, muy cerca de él, hay un zoo muy grande donde los animales están instalados en semi-libertad. Me llamaron la atención una pareja de leones magníficos, majestuosos.
Durante el trayecto la Guía Turística no dejaba de contarnos lo más destacado de los lugares por donde íbamos pasando. También nos contó dos anécdotas que son el motivo principal de esta vivencia y que les voy a relatar a continuación.
*ANÉCDOTA N° 1.-* En el poblado que íbamos a visitar se rodaron las famosas películas “Por un puñado de dólares”; “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”, que tanto éxito han tenido a nivel mundial. Además de éstas, se han rodado allí cientos o miles de películas, pero cito estas tres por estar protagonizadas por Clint Eastwood. Cuando rodó la primera de ellas en el año 1963, Clint tenía 33 años y estaba empezando su carrera de actor y lo anecdótico fue que, por las tardes, que generalmente no había grabación, se iba a Almería capital situada a 30 kilómetros de distancia a trabajar haciendo limpiezas de piscinas para sacarse un sobresueldo. Era muy pobre, pero a partir de esa película, “Por un puñado de dólares”, le vino la fama y el dinero y no digamos con las dos siguientes, pues las tres cosecharon un enorme éxito. Años más tarde, como supongo sabrán, se hizo director y a veces productor de sus propias películas.
No sé ustedes, pero yo no conocía las penurias económicas de Clint Eastwood cuando inició su carrera de actor cinematográfico.
*ANÉCDOTA N° 2.-* Cuando se rodaba alguna película de wéstern se solían contratar como extras a algunos chicos gitanos, porque montaban muy bien a caballo. En una de ellas habían contratado a dos jóvenes de raza gitana y les dieron dos hermosos caballos de raza española perfectamente adiestrados. Cuando llega el momento de rodar una de las escenas, estaban los dos chicos gitanos vestidos para la ocasión y montados en sus hermosos caballos de color blanco. El director estaba sentado en su peculiar silla a la espera de que todo estuviera listo para iniciar la grabación. Estaban todos muy atentos a sus órdenes que les llegarían a través de un potente megáfono. Así estaban todos cuando escuchan: “Atentos, preparados para rodar”. Pasados unos segundos añade: !Acción!. ¡Qué salgan los caballos al trote!; y los dos gitanos salen con sus caballos en elegante trote; un minuto más tarde el director ordena de nuevo: ¡Caballos al galope! y salen los dos gitanos al galope tendido como si les fuera la vida en ello. Dos minutos más tarde el director ordena: ¡Qué paren los caballos!, la escena ha terminado y se da por válida; todo ha salido muy bien. Pero los caballos no paraban y los dos chicos gitanos siguieron galopando hasta perderlos de vista.
¡Nunca más volvieron a verlos! Nos contaba la Guía muerta de la risa junto con todos nosotros.
Nos aclaraba, que claro está que lo lógico es que los chicos gitanos se conocieran el desierto como la palma de su mano y en una extensión tan grande y con tantas montañas y barrancos se hacía muy complicado encontrarles. Lógicamente perdieron los emolumentos del día de rodaje, pero esos caballos valían una fortuna, pues sin duda los acabarían vendiendo.
Espero les haya gustado tanto como a mí y a todo el grupo.
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