Vivencias de nuestra gente n° 64: Manolito. Conserje del Casino de Gáldar

*Autor: José Juan Jorge Vega //*
Esta vivencia de hoy la voy a dedicar a un hombre muy singular de la ciudad de Gáldar, a quien todos apreciaban por su bondad y por su espíritu de servicio a los demás.
Yo creo que, en todo el noroeste de Gran Canaria, no hay, sobre todo hombres de mi edad, que no llegaran a conocer a Manuel Ruiz, «Manolito, conserje del casino de Gáldar».
Para que le conozcan un poco más, les voy a contar unas anécdotas que les retratarán su forma de ser.
*ANÉCDOTA N° 1.- *Yo le tenía bastante aprecio a Manolito, pues en mi juventud iba con bastante frecuencia al Casino. Hasta el punto de que, en un baile de un sábado invernal, un sinvergüenza fue al guardarropa sin que Manolito lo viera y cambió una gabardina nueva por la vieja suya. Resultó que la nueva era la mía. Cuando acabó el baile nos entretuvimos un poco y cuando fui al guardarropa solo quedaba una gabardina vieja y sucia. Le dije a Manolito que aquella no era mi gabardina, que donde estaba la mía. Me contestó que se la habían llevado y habían dejado esa en su lugar. Que creía que era de fulano de tal de San Juan de Guía. Hablé con él unos días más tarde, cuando lo localicé, y me dijo que él no había robado ni cambiado ninguna gabardina que él se había llevado la suya. No se lo creí, pero no podía demostrarlo.
Hablé con Manolito y le dije que iba a denunciar al Casino y luego el Casino que fuera contra ese señor si quería, pues no estaba dispuesto a perder una prenda que era muy cara y que hacía muy poco tiempo que la había comprado. Manolito me dijo que él era el responsable del «guardarropa» y que por tanto había sido el responsable del robo o cambio de la prenda, que si yo denunciaba al Casino a él lo pondrían en la calle.
Yo trabajaba entonces en el Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción de Guia y me era muy fácil presentar la denuncia. Lo pensé un poco y no la presenté.
No valía la pena por el daño que le iba a provocar al pobre hombre por un descuido. Ya me compraría otra cuando pudiera. Se lo dije para que se quedara tranquilo y me lo agradeció con un abrazo al tiempo que me pedía perdón por su error.
*ANÉCDOTA N° 2.-* En esa época se celebraban muchos bailes en todos los Casinos y Sociedades de la isla y lógicamente, había muchas orquestas que los amenizaban. Pero la mejor y más popular de todas ellas era sin duda la «Orquesta Mejía» de Gáldar.
Mejía, su director, había instituido dos premios que daba en todos los bailes de la isla: Uno a la mujer más guapa del baile y otro al hombre más feo. El del hombre más feo siempre se lo llevaba Manolito estuviera o no presente. Era una broma de la Orquesta que todos celebraban, y que él aceptaba con mucho humor, pues la verdad es que el pobre tenía una cara poco agraciada pero no tenía ningún tipo de complejo, todo lo contrario, pues de alguna manera le sacaba rendimiento con su acostumbrado sentido del humor. Y además porque Mejía le entregaba el premio que generalmente era una botella de un buen vino.
*ANÉCDOTA N° 3.- *Recuerdo que cuando mi novia y yo nos fuimos a casar por la iglesia, necesitábamos dos testigos y como el Casino estaba cerca de la casa del cura y oficina parroquial, pues Manolito fue uno de ellos. Él solía decir que era testigo de boda de media Gáldar.
Cuando yo me casé, en Enero de 1966, la familia de mi mujer quiso celebrarlo y se alquiló un restaurante en el centro de Gáldar. El propietario era muy amigo mío y todo resultó muy satisfactorio para ambas partes. Hicimos inventario de las bebidas que quedaron en las estanterías para luego pagarle, a precio de coste, las que se habían consumido.
Como había que contratar a varios camareros hable con Manolito por si quería ganarse unas perras extras y como ese día lo tenía libre accedió a ello. Como él conocía a todo el pueblo y sobre todo a los que se colaban en todas las celebraciones, le dije que tuviera cuidado con ellos. Según me dijo al final de la velada, se le coló el número uno de los “colgaderas” y cuando lo vio lo agarró por un brazo y llevándolo hasta la puerta le dijo amablemente: Fulano has el favor de cerrarme la puerta por fuera. Era genial.
A la celebración asistió toda la familia y los amigos y entre ellos había una prima de mi mujer, que no era muy agraciada de cara la pobre, pero eso sí, era muy simpática y no tenía ningún complejo. Pues bien, ya era muy tarde y mucha gente se había marchado, cuando Manolito y ella se emparejan en el baile y estuvieron bailando un buen rato. Según le contó luego a mi mujer, al cabo de un rato de estar bailando le dice Manolito: «Si tú y yo nos casáramos y llegáramos a tener hijos los tendríamos que tirar». Dice que se fue a partir de la risa al igual que nosotros cuando lo contó. Menuda pareja.
Así era este hombre. Vayan estas líneas en su recuerdo, pues falleció hace ya bastantes años.

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