Tachú: un personaje popular de Gáldar

VIVENCIAS DE NUESTRA GENTE NÚMERO 13

por José Juan Jorge Vega.

Uno de los «personajes» más populares  de Gáldar en los años 60 y parte de los 70 fue sin duda un hombrote llamado Jesús y conocido por «Tachú». Era un hombre bien parecido, todo músculo, de estatura media alta, en torno al 1,80 metros, y tenia amplios conocimientos en artes marciales. Era medio analfabeto y una especie de matón de barrio, aunque generalmente no buscaba las peleas sino más bien se las encontraba o las provocaba su hermano José, que era bajito, algo canijo y con cara de pocos amigos.

Tachú era famoso entre la Guardia Civil por sus pequeños robos, como por ejemplo de alguna pieza de una bicicleta que necesitaba para la suya o algún gallo de pelea o alguna gallina para castear, algún conejo para un tenderete, etc. vamos, robos de poca importancia. Lo cierto es que la Guardia Civil, desde que alguien denunciaba un robo de este tipo de cosas, iban a buscar a Tachú. Así, hasta que por reincidente le condenaron a ir a la cárcel, que evitó al alistarse a la Legión Española en la que estuvo varios años, pues incluso se reenganchó. Allí aprovechó el tiempo y aprendió a leer y escribir y llegó a ser cabo primero.

Cuando regresó a su pueblo había sufrido un cambio total no solo fisicamente sino también en su comportamiento. Buscó su trabajo, se casó y tuvo varios hijos; pero con el paso de los años se fue degradando con la bebida, dejo de trabajar, su mujer lo echó de la casa y daba pena de verlo, pues se convirtió en una sombra de lo que fue. Vamos, una ruina de hombre. Una hermana lo recogió en su casa pero con la condición de que no bebiera. Ella lo cuidaba le compro ropa y le daba de comer. Fue incapaz de cumplirla y se fue a vivir a una cueva hasta la fecha. La última vez que le vi estaba muy desmejorado, viejo y con un bastón. Yo le saludo cuando me lo encuentro y él se alegra y me devuelve el saludo. Si es en algún bar le invito a un ron, que es lo que suele beber.

Volvamos a recuperar la historia de manera cronológica. Como se verá luego también tenía buenos sentimientos, sobre todo con la familia y en primer lugar por su madre a quien adoraba y respetaba.

Le gustaba vestir al estilo vaquero de las películas del oeste americano. Pantalones vaqueros ajustados, sombrero de ala ancha, chamarra con muchos colgantes y cinturón anchó del que siempre colgaba un cuchillo canario bastante grande que era precioso. Lo que nos extrañaba a todos es que tanto la policía municipal como la guardia civil le veían con el enorme cuchillo al cinto y se lo permitían. Quizás porque sabían que sólo lo llevaba como complementó de su vestuario, pues jamás lo sacó para una pelea.  La verdad es que tampoco lo necesitaba.

Decía mi suegro que era un buen trabajador, pero cuando le parecía estaba varios días sin aparecer por el trabajo que generalmente era en las fincas de plataneras, por lo que no se podía contar con él para un trabajo fijo.

Ahora paso a contarles varias anècdotas, que definen mucho mejor como era este popular personaje.

ANECDOTA NUMERO 1. EL CHERIF.- Recuerdo una vez que, después de haber visto una película en el cine Guaires de Gáldar, estaba sentado a una mesa de un bar junto con tres amigos más de Guia, entre los que se encontraba Braulio, tomándonos algo cuando aparece José, el hermano de Tachú, que, como dije, era bajito y algo canijo y nos dice: «de parte del cherif, que era Tachú, que tienen media hora p’a salir de Gáldar». Aquello era grave porque te podían dar una buena paliza. Cuando habíamos decidido que lo mejor era salir por patas, vuelve de nuevo el tal José y le dice a Braulio: «dice el cheriff que tu te puedes quedar porque eres sobrino de don Carlos el Alcalde». Aún así Braulio decidió que se marchaba con nosotros.

Hay que tener en cuenta que en esa época, tendríamos entre 15 y 16  años y Tachú uno o dos años mas que nosotros, éramos un poco salvajes y habían continuas peleas entre los chicos de Guía y Gáldar cuando se encontraban unos en la ciudad de los otros. Bueno, toda esa rivalidad se superó  hace ya muchos años.

ANECDOTA NUMERO 2. EL PROTECTOR.- Cuando yo conocí a mi mujer tenía 19 años y estaba cumpliendo con el servicio militar. Tachú era primo hermano de ella y por el solo hecho de yo ser de Guía me tenía manía y como yo entonces, después de licenciarme del cuartel, era funcionario contratado en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Guia, pensó que yo era un «pijo» y que no merecía a su prima, que dicho sea de paso, con la que apenas se hablaba. Ya llevábamos en torno a los dos años de novios y una noche me estuvo esperando en unas plataneras que estaban justo encima de una vereda, llamada «covanton», que era un atajo para llegar antes al centro de la ciudad, por la que yo solía pasar después de ver a mi novia a eso de las diez de la noche. Lo que tenía previsto era tirarme encima rolos de plataneras podridos. Pero se quedo con las ganas porque, afortunadamente, ese día subí con un amigo en su moto, que también venía de hablar con su novia que vivía un poco mas  abajo. Se pueden imaginar como me hubiera dejado, pues yo siempre iba a ver a mi novia muy bien vestido.

De esto me entere ya de casado, pues me lo contó el propio Tachú echándonos unos piscos de ron en casa de mi suegro, cuando ya  llevábamos cierta amistad. Me dijo textualmente: de la que te libraste aquel día Pepe porque te tenía preparada «una cerrera de rolos podridos» que te hubieran dejado «bonito». Cuando le pregunté el porque lo iba a hacer me dijo que porque yo le caía mal y porque estaba harto de ron. Luego nos fuimos conociendo mejor pues iba muchas veces a ayudar a mi suegro en las plataneras algún sabado o domingo por la mañana y entre pisco y pisco nos hicimos amigos. Hasta el punto de que me regaló su puñal de la Legión y que aún conservo.

ANECDOTA NUMERO 3. EL MATON. Tachú y su hermano José eran inseparables. Los domingos y días de fiesta estaban siempre juntos y era frecuente que José se metiera en algún lío, que generalmente lo provocaba él mismo, sobre todo cuando tenía tres copas y se envalentonaba. Cuando la cosa se ponía seria y llegaba la hora de los tortazos, llamaba a su hermano  y le decía: «Tachú, ven y arregla esto». Cosa que generalmente se arreglaba desde que este llegaba, pues ya todos lo conocían y el que no lo conocía desde que lo veían sabía que lo mejor era retirarse. Hacían una buena pareja.

En esta otra anécdota que les voy a relatar veremos la parte humana de Tachú.

ANECDOTA NUMERO 4. EL BUEN HIJO.-  En esa época los hombres y mujeres que trabajaban en las plataneras cobraban semanalmente. Y desde que cobraba lo primero que hacia Tachú era ir a su casa y entregarle el sobré a su madre sin abrir siquiera. Su madre abría el sobre y le entregaba a él una cantidad para los gastos de la semana. Luego se bañaba, se vestía con ropa limpia que había lavado y planchado su madre y se iba para el pueblo, (ellos vivían en las afueras a poco más de dos km.), a tomar unas copas y charlar con los amigos o darle una piña a alguien si se terciaba. Bueno, pues uno de esos sábados cuando regresa a su casa a eso de las doce o la una de la madrugada, su madre le dice que su hermano José no había venido a traer el sueldo y se lamentaba de que lo más seguro es que ya se lo hubiera gastado con los amigos. Tachu se cabrea y se muerde la lengua para no maldecir delante de su madre y tira para el pueblo en busca de su hermano José. El sabia casi con seguridad en el bar donde podría estar gastando el sueldo con algunos amigos gorrones. Por lo que fue al bar que se imaginaba y allí estaba su hermano con varios amigos más, dando la casualidad de qué en ese momento estaba con el sobré del sueldo en la mano y sacando un billete para pagar la corrida última que se había puesto. Entonces se acostumbraba a pagar por ronda tomada y generalmente si eran varios cada uno pagaba una ronda o corrida como le llamábamos también. Cuando José vio a Tachú se sorprendió y se asustó, pues le temía más a su hermano que a su padre, que por entonces estaba paralítico en una silla, razón de más porque era tan necesario el sueldo de sus tres hijos que vivían aún con ellos. Le invitó a tomar una copa que este rechazó al tiempo que va y le dice muy secamente: «José tomate esa copa y vamos p’a casa que madre te esta esperando». José cuando tenía varias copas se envalentonaba y le contesto a su hermano: «ahora mismo estoy conversando y pasando un rato con estos amigos y ya me iré cuando me parezca». Los «amigos» se dieron cuenta del color que aquello estaba tomando y se tomaron la copa y se fueron. Una vez solos Tachú le dijo a su hermano que el se podía emborrachar todas las veces que quisiera y llegar a casa cuando le diera la gana, pues para eso era mayor de edad, pero que el sueldo de madre había que respetarlo. En fin, que ya cabreado y cansado de esperarlo, le suelta una piña en toda la cara que José cayó redondo al suelo sin conocimiento. A continuación se echa los setenta kilos de su hermano al hombro y se lo lleva para su casa que como dije estaba a más de dos kilómetro de distancia.  Era un hombre muy fuerte.

Al día siguiente, Domingo por la mañana, aparece José por la casa de mis suegros a ver si su primo le prestaba unas gafas negras para disimular el tremendo cardenal que tenía alrededor del ojo izquierdo. Y fue el mismo quien nos contó lo ocurrido la noche anterior.

Así era Tachú, un matoncillo y un raterillo pero con buenos sentimientos. Hace tan solo unos meses que falleció. Que descanse en paz.

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