El hombre de hierro

Casi cuatro kilómetros de natación a los que hay que sumar, sin descanso, ciento ochenta en bicicleta y una maratón a pie para terminar. Estas eran las brutales dimensiones del reto. Daniel Pérez Mendoza, joven guiense de 28 años, ingeniero técnico y graduado en informática que trabaja como desarrolador de aplicaciones para una empresa especializada en videojuegos y entretenimiento, consiguió el pasado fin de semana convertirse en Finisher de una de las pruebas de triatlón más fuertes del planeta: el Ironman de Lanzarote.

Dani, vayamos al origen, al principio de todo. ¿Cuándo comienzas a practicar deporte?

He hecho deporte toda mi vida, desde que tengo uso de razón. Me encanta el deporte, independientemente de la modalidad que sea. En el colegio comencé a practicar baloncesto y lo hice durante mucho tiempo y, aunque lo sigo practicando de vez en cuando, ya no es como antes. Me lesionaba con frecuencia los tobillos y al final decidí jugar menos. Poco después, mis amigos Pepe y Moisés se apuntaron a la TransGranCanaria y me dieron bastante envidia (sana por supuesto). En ese momento me propuse hacer esa carrera y ahí entró en liza mi amigo Sergio, que se había estado dedicando a correr por montaña desde hacía tiempo y fue el que me metió en el mundo del trail. Así empecé a correr por senderos y montañas, cada vez más y más lejos hasta hacer algunas ultras. Mientras tanto, empecé a cogerle el gustito a la bici (y quitarme el miedo de usarla) gracias también a Sergio y a Elyoenai, mi fiel gregario en los comienzos. Ya tenía todo para acabar sin querer en el mundo del triatlón. Sólo faltaba dar el paso.

…Y el paso, ¿cúando lo das?

Poco después de mi segunda ultra de montaña, la Transgrancanaria Advanced de 84 kilómetros. Mi primo Gustavo, que siempre ha practicado triatlón, me animaba a probar con él alguna prueba, aunque fuera pequeña. A los dos meses me vi en Gando en un triatlón sprint (750m de natación, 20kms de bici y 5kms corriendo). Y de reconocer que la experiencia me gustó bastante más de lo que esperaba. Al mes siguiente participé en el Triplus de Las Palmas en su primera edición en la modalidad olímpica (1.5kms de natación, 40kms de bici y 10kms corriendo). Tanto me gustó la prueba que dos meses después estaba en Lanzarote realizando mi primer “Half-Ironman”, la media distancia del triatlón y el previo al Ironman (2 kms. de natación, 90 kms. de bici y 21 kms. corriendo). El ambiente en este tipo de pruebas es bastante distinto que el de las pruebas que había venido participando. Aquí cada uno ya sabe a lo que va y no se dedica a molestar a los demás (ya sea con los agarrones y empujones en el agua o usarte de lanzadera en la bici cogiendo el rebufo porque no está permitido). Luego regresé a las carreras de montaña. Volvió a caer otra ultra de la Transgrancanaria al año siguiente y un mes después de esta, otro medio Ironman en Fuerteventura. Estos dos medio ironman que he nombrado (el 70.3 de Lanzarote y el Challenge de Fuerteventura) están entre los medio ironman más duros de España.

Dani con su primo Gustavo Mendoza.
Dani con su primo Gustavo Mendoza.

¿Y cuándo decides, entonces, participar en esta edición del Ironman de Lanzarote?

Me acuerdo que hace bastante tiempo (antes de participar en mi primera TransGranCanaria) vi un video de unos locos que se automutilaban conscientemente en una macrocarrera que constaba de tres disciplinas deportivas y, lo peor de todo, es que ¡disfrutaban haciéndolo! Me estuve informando y me llamó poderosamente la atención esa idea de poner al límite tu cuerpo, llegar a entender cómo funcionas, controlar tu mente y, sobretodo, una frase que oí pronunciar: “menos del 3% de la población mundial está capacitada para ser finisher de un Ironman”. Ahí fue cuando me dije: “esto lo tengo que hacer”. Así que desde entonces ya sabía que algún día haría un Ironman pero, para ello, debía entrenar bastante porque mi estado de forma era bastante cuestionable por aquel entonces (¡pesaba 100kgs!). Sin embargo, en octubre del año pasado, viendo que me habían suspendido las pruebas que había entrenado (la Teide Xtreme y la Fudenas de Fuerteventura), que me encontraba en un estado de forma importante y que disponía de suficiente tiempo para entrenar, me decidí a intentarlo.

¿Qué es lo que realmente te empuja a participar en una prueba tan extrema como esta?

Saber que puedo llegar a hacerlo y, aunque realmente sé que lo puedo hacer, quiero probar a hacerlo y acabarlo bien, disfrutando, porque, al fin y al cabo, eso es de lo que se trata, de que te guste lo que haces. También sé que si me lo propongo puedo mejorar bastante mis tiempos pero al ser esta mi primera vez, me conformaba con acabarlo disfrutando de la experiencia todo lo que pudiera.

¿Has tenido algún entrenador o preparaste la prueba tú solo?

Sí por supuesto: Arístides Molinos, un crack con el que ya llevo un par de años entrenando y al que, con la edad que me saca, todavía me cuesta coger nadando y corriendo.

¿En qué se basan los entrenos para este reto tan brutal? ¿Sabes cuánto le has dedicado a la preparación?

Tienen varias etapas. Comienzas con un período de adaptación de un mes como mucho. Después pasas a la parte más general, donde suben las horas que dedicas a los entrenos para obtener una condición física aceptable y óptima para empezar los entrenos de verdad. Luego viene la preparación específica, donde el volumen de los entrenos ya es elevado, con rodajes de muchas horas para aclimatar el cuerpo a lo que le espera. A continuación viene el período de precompetición, donde consolidas todos esos entrenos previos y orientas la musculatura a los cambios típicos de un triatlón haciendo un mayor entreno de transiciones entre las distintas modalidades. Y por último, la famosa fase del tappering que se realiza entre una y dos semanas previas al gran día, probablemente la más importante y, para mí, la más rara y en la que peor lo pasé. Aquí lo primordial es dar descanso al cuerpo por lo que los entrenos son más cortitos. En términos globales cayeron unos cien kilómetros de natación, más de cuatro mil de bici y entre quinientos y unos seiscientos de carrera a pie.  Y también lesiones, dolores, frío y lluvia.

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Durante un entreno en bici en la cumbre de la isla

¿Qué fue lo más duro de los entrenamientos? 

Los madrugones, levantarse casi todos los fines de semana a las seis de la mañana, lo cual supone renunciar, entre otras cosas, al ocio nocturno. La dieta, que es de las cosas de las que no hacía mucho caso pero que he descubierto que es fundamental, aumenta tu rendimiento y el tiempo de recuperación. Te olvidas por completo de las cervezas, los dulces, las comidas basuras. Y, lo más duro de todo, para mí, es la soledad con la que afronté cientos de kilómetros de entreno, muchas veces bajo chaparrones de agua y con mucho frío.

¿Tuviste algún tipo de preparación psicológica?

Sí, claro. Es indispensable prepararte psicológicamente, aunque lo hagas de forma insconsciente. Empiezas corriendo cinco kilómetros y cuando te sorprendes viendo que puedes y ves que vas subiendo los kilómetros sin darte cuenta, ya estás entrenando tu mente para que acepte ese reto, poco a poco. Es un largo proceso en el que vas aprendiendo que todo lo que se te pasa por la cabeza es posible mientras lo entrenes y esas horas que estás solo es cuando tu cabeza va asimilando todo. También uso muchos trucos, como oír música mientras corro o hacer sencillos cálculos matemáticos mientras nado, intentar memorizar textos, decir frases en otros idiomas o recordar episodios de mi vida. Son trucos simples pero ayudan a desviar la mente de lo que realmente estás haciendo, para así no darte cuenta de que ya llevas más de cinco horas encima de la bici o dos horas corriendo después de haber hecho cuatro horas en bicicleta.

¿Quién está detrás de Daniel Pérez? ¿Hay alguien que sin su aportación te haya sido imposible conseguir este reto?

Mis padres, principalmente. Siempre han estado para cualquier cosa en la que los haya necesitado. Un apuro, y no solo en el tema deportivo, un accidente o una avería con la bici y no tengo cómo volver. Siempre estaban ellos para ir a buscarme, recogerme y llevarme a casa. También todos aquellos que comparten entrenos conmigo en algún momento, los amigos del grupo “nadadores playa de Sardina” con los que nado en mar abierto y que no sé cómo lo hacen pero son como delfines. Y la grupeta de ciclismo, sobre todo, Ángel e Isidro, dos grandísimas personas que no han parado de animarme en este reto y que incluso fueron a Lanzarote y estuvieron conmigo durante todo el día de la prueba. Ángel, de hecho, fue quien me dejó la bici para poder competir en la prueba porque yo no tengo bici de triatlón. Los dos siempre me están dando consejos bastante útiles. Con la mano en el corazón: todavía no sé cómo agradecerles todo lo que han hecho por mí.

Dani, el segundo por la izquierda del grupo que está de pie, junto a los amigos del grupo “nadadores playa de Sardina"..
Dani, el segundo por la izquierda de pie, junto a los amigos del grupo “nadadores playa de Sardina».

¿Cuál de las tres disciplinas es tu favorita?

Cada una tiene su encanto pero te voy a ser sincero: depende del día. Nadar no me entusiasma mucho y ya no te digo entrenar, pero hay días en los que nadar en mar abierto te permite disfrutar de los maravillosos fondos marinos que tenemos en la isla. La bici y la carrera a pie me gustan más, sobre todo cuando salgo “suave” y no en esos interminables entrenos en los que iba a correr en llano o a hacer series o con la bici por San Andrés durante 4 horas. Hubo días en los que subía a la cumbre y me perdía durante horas, rodeado de paisajes espectaculares entre los que me sentía en plena sintonía.

¿Llegaste a pensar en algún momento de la preparación que no lo conseguirías?

Hubo un momento en el que temí no llegar a hacerla. A dos meses de la prueba estuve cinco semanas en las que apenas pude correr por un problema en la rodilla izquierda. Era incapaz de aguantar más de veinte minutos corriendo y ya pensaba que ni siquiera iba a poder estar en la línea de salida. Otro momento crítico fue durante la fase del tappering que antes nombré. Me encontraba fatal: pulsaciones muy altas, cansancio general, no podía conciliar bien el sueño. Estuve bastante preocupado y, aunque mi amigo Ángel me aseguraba que era normal, yo estaba bastante preocupado. Nunca antes me había visto así y solo me quedaban diez días para la prueba. Lo bueno fue que, una vez en Lanzarote y habiendo conocido a otros participantes, todos me decían lo mismo, que se encontraban igual. Eso me relajó bastante.

¿Qué sentiste los días previos de la carrera?

Extrañamente, siempre me imaginé nervioso ante una prueba así pero no sé si fue la experiencia de otras pruebas de larga distancia y que me planifiqué todo bastante bien, pero estuve bastante tranquilo. Incluso conciliaba el sueño con facilidad por la noche, dormía temprano y me echaba siestas viendo el Giro de Italia. Fueron unos días bastante apacibles para lo que suele ocurrir.

En pleno Ironman, en el segmento de la bicicleta. Foto: Gabi García
En pleno Ironman, en el segmento de la bicicleta. Foto: Gabi García

Cuéntanos qué se te pasa por la cabeza en los instantes antes del comienzo

En esta carrera no se oía nada, ni una voz. Éramos mil novecientas personas apelotonadas en la salida como si estuviéramos en una lata de sardinas. Sólo se oían suspiros y manos frotándose entre sí. Yo solo pensaba en que todo saldría bien porque estaba muy bien entranado. Había dedicado meses a prepararme para ese momento y tenía que disfrutarlo porque quizás, esa experiencia no la volvería a tener en la vida. Ese pensamiento me relajó muchísimo. Tanto que conseguí salir con la única idea de disfrutar la experiencia.

¿Y durante la prueba?

Intenté mantenerme concentrado todo el tiempo e intentando vivir el momento para disfrutar lo máximo posible cada instante. Yo sé que no voy a ganar una carrera de este tipo pero mientras nado y me centro en dar cada brazada evitando recibir golpes o patadas de los demás nadadores puedo ver como amanece y sale el sol por el horizonte mientras todos nadamos, ver los bancos de peces cruzando por debajo nuestra, etc. En la bici, por ejemplo, es muy fácil que los kilómetros pasen volando mientras pasas por El Golfo, Timanfaya (donde el viento en contra constantemente hace que desees a veces bajarte de la bici), la playa de Famara o la subida al Mirador del Río con la Graciosa al lado. La prueba cruza los rincones más hermosos de Lanzarote. Por eso, cada vez que pasaba por un instante difícil, levantaba un poco la cabeza y me daba cuenta de la suerte que tenía por estar haciendo lo que me apasiona en un entorno tan espectacular.

¿Tuviste algún contratiempo?

Sí,sí. ¡Por supuesto! En el kilómetro ciento diez de la bicicleta, la rodilla, que antes comenté que me tuvo bastante tiempo fuera de juego, me empezó a doler de una forma bastante preocupante. Todavía me quedaban setenta kilómetros por delante hasta la transición a la carrera a pie (lo que consistía en cruzar casi toda la isla) y en todos esos kilómetros cambié mis gestos de alegría por los de preocupación. Estuve intentando quitar el pensamiento constante de mi cabeza de que si me dolía mucho ahora, corriendo iba a ser peor e iba a tener que retirarme. Imagínate, ¡retirarme con todo lo que le había dedicado a esta prueba! Además, lo más preocupante de todo es que ese dolor nunca me había aparecido sobre la bici, solo corriendo, así que la probabilidad de que corriendo me doliese aún más era bastante alta. Lo que hice fue aminorar la velocidad y el esfuerzo (rara vez pude meter el plato grande para ir más rápido), con lo que estuve más de media hora sobre el tiempo previsto en la bici y, aunque me bajé de este segmento después de los 180 kilómetros, empecé a correr y vi que, sorprendentemente, la rodilla no me dolía. Ese tiempo de más en la bici lo acusé en la carrera a pie ya que me había cansado un poco más de lo previsto al estar más rato sobre la bici.

Tramo en solitario en la carrera a pie. Foto: Keila Suárez
Tramo en solitario en la carrera a pie. Foto: Keila Suárez

¿Y alguna anécdota?

Muchas. Lo sorprendente es la cantidad de amigos que haces durante todas esas horas que dura la prueba y con los que hablaba casi siempre en inglés. En general, en este tipo de pruebas, la gente de mi edad escasea. En la carrera a pie, por ejemplo, en el kilómetro seis adelanté a un holandés de unos setenta años. Me dijo que este era su séptimo Ironman y el tercero que disputaba en la isla. Bajé mi ritmo y me puse a hablar un rato con él. Mientras corría era bastante simpático. Mientras corríamos, me estuvo preguntando sobre mí, si este era el primero, que si haría más Ironman, etc. Al ver que yo iba más rápido que él, me dijo que fuera a mi ritmo y que ya nos veríamos. Yo continué y, por desgracia, cuando estaba de vuelta, me lo encontré caminando. Me dijo que se había fastidiado la parte de atrás de la rodilla. Me dio muchísima pena pero cuando yo iba acabando la carrera me lo encontré caminando tranquilo (aunque supongo que le seguía doliendo la pierna). Cuando él vio que yo iba a acabar dibujó una sonrisa de lado a lado de su cara y me felicitó. Cuando vi su sonrisa supe que él también acabaría la carrera. Recuerdo también a una señora de más de cincuenta y cinco años que parecía que le iba a dar algo por su peculiar forma de correr pero después intenté ir con ella y descubrí que iba bastante rápido y a un ritmo muy constante. Apenas pude seguirla. ¡Impresionante!

¿Qué efecto tienen en ti los ánimos de la gente?

Te ayudan a centrarte otra vez si vas despistado con algún pensamiento tonto en la cabeza. Si algo hay que resaltar de esta carrera, es la gente. Toda la isla volcada con la carrera, gente por todos lados animando y da igual que no te conocieran: siempre te daban un grito o unas palmadas. Los pueblos abarrotados de gente para verte pasar, pancartas, coches, gente disfrazada, mucha gente sacando fotos, etc. Y la avenida por donde transcurre la carrera a pie era un hervidero de público y no solo por el calor sofocante sino por toda la gente que había. Llegas a sentirte como un deportista profesional.

Y cuándo enfilas la meta, ¿qué pensaste? ¿Qué sentiste al cruzarla?

Desde un par de kilómetros antes ya no podía dejar de correr, las piernas iban solas y solo pensaba en que ya está el trabajo hecho, aquello por lo que he estado meses y meses entrenando. Lo conseguiste, me decía. Encima ves a todos tus amigos esperando por el camino y en la grada y cuando vas a llegar, ¡parecen casi más contentos que tú!¿Lo primero que pensé al cruzarla? “Dani, ya eres un Ironman, ¿cuándo es el siguiente?” y, a continuación: “Quiero comer una pizza y tomar una cerveza”.

A punto de entrar en meta y conseguir el objetivo. Foto: Gaby García
A punto de entrar en meta y conseguir el objetivo. Foto: Gaby García

Dani, ¿y ahora, qué? ¿Tienes nuevos objetivos?

Objetivos siempre hay, a largo plazo (sobre todo por el tema económico) hay retos que siempre he querido hacer como el Marathon des Sables o la Titán Desert que consisten en atravesar el desierto del Sáhara corriendo y en bici de montaña, respectivamente y por etapas. Estos son futuros retos que espero poder hacer algún día, mientras, por ahora, haré alguna que otra prueba y me centraré en preparar las oposiciones a bombero. Para el año que viene es muy probable que haga o la TransGranCanaria de 125 kms o la Transvulcania, la mítica París-Roubaix de ciclismo o la Titán de Cádiz, no sé bien, pero como mínimo caerán dos de esas cuatro pruebas que te he dicho.

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Foto de portada: Keila Suárez

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